Este impulso será una realidad cuando se logre pasar de un comportamiento cerrado e individual a otro donde primen la asociatividad y la economía colaborativa.

Cuatro décadas atrás, el liderazgo empresarial permitió la creación de empresas como Aerovías de Integración Regional AIRES S.A, la Universidad de Ibagué y otras más, que sumadas a los beneficios otorgados por la ley 44 de 1987 a raíz de la tragedia de Armero, seguramente traerían gran desarrollo al territorio.

Una vez terminados los beneficios de esta ley, pareciera que el impulso empresarial también se estancó, aunque vale la pena resaltar la creación y desarrollo de importantes cadenas comerciales de supermercados, droguerías y centros de distribución, que si bien es cierto crearon empleo, no han generado riqueza, pues muchos de los productos que se distribuyen en el Tolima, provienen de otros departamentos.  

La regla general en nuestra región es que siempre ha existido un alto nivel de individualismo, prueba de ello es el componente del tejido empresarial que evidencia un escaso número de empresarios reales generadores de nuevas oportunidades de negocio.

Algunos históricamente, propietarios de la mayoría de la tierra han sido beneficiados por los gobiernos de turno y en esa condición articulan o no, oportunidades o iniciativas de desarrollo para la región y bajo una falsa percepción de generación de empleo, dominan los gremios, a algunos políticos y son los dueños de las oportunidades.  Este comportamiento produce desconfianza y resignación en la población pues al final, los únicos que ganan siguen siendo los mismos y quienes se prestan para servir sus intereses. 

Es muy preocupante ver en nuestra región la incipiente por no decir nula, gestión de grupos empresariales o gremios económicos en la generación de alternativas y planes que se traduzcan en crecimiento y progreso para el territorio. Se tiene la errada idea de que es responsabilidad exclusiva de la administración de turno brindar las condiciones para desarrollar estrategias de crecimiento y desarrollo, labor que debe ir jalonada desde el mismo sector privado como ha ocurrido en Antioquia con el GEA “Grupo Empresarial Antioqueño”, seguramente por su mismo proceso histórico de colonización en el cual su gestión, habla de una raza donde priman los valores, la ética, la moral y el trabajo colaborativo.

En Antioquia se respira generosidad y trabajo en equipo, mientras aquí, por ejemplo, todos queremos ser estrellas y llegar solos a la meta con los bolsillos llenos. Los paisas difícilmente habrían nombrado personas incompetentes a la cabeza de gremios o instituciones; aquí es muy común que esto ocurra, y me refiero a incompetencia, porque a todas luces, los resultados y la situación actual e histórica de nuestra región es producto del mal hacer o del no hacer de quienes tienen la obligación de promover el desarrollo desde lo privado.

Cuando no se tienen las competencias y se nombran por relacionamiento o por movilizar intereses personales, se ve la ausencia total de liderazgo empresarial y gremial palpable hoy en día. 

Lamentablemente la historia económica de Ibagué y gran parte del Tolima nos muestra cómo los jesuitas y grandes terratenientes de la época, transaron grandes extensiones de tierra con latifundistas en cabeza de  grupos familiares que han usufructuado la tierra en actividades como el arrendamiento de la misma para el establecimiento de monocultivos seguramente con beneficios individuales, pero muy poco desarrollo empresarial representado en proyectos ambiciosos que hoy deberían estar generando empleo de calidad.

En el mejor de los casos, los pésimos e interesados Planes de Ordenamiento Territorial POT, han permitido procesos de expansión para construir vivienda de interés social pero no para desarrollar proyectos industriales, agroindustriales, logísticos o turísticos que generen oportunidades reales de empleo para los tolimenses.

Integrar todos los sectores, participar, lograr un desarrollo sostenible impactando los índices de competitividad, crear cultura de innovación, desarrollar tecnologías, formar profesionales de calidad acorde a las necesidades del mundo globalizado, ejecutar los planes de manera impecable y eficiente, procurar el bien común, acabar la desigualdad, la informalidad, atraer inversión, cambiar el pensamiento pesimista y resignado, solo será posible cuando hayan procesos de cambio de mentalidad de los líderes empresariales regionales.

Esperemos que estos cambios no sean por relevos generacionales porque estaríamos destinados a más años de mediocridad.  Es el momento de motivar un cambio real y auténtico para hacer posible construir una región ejemplo de desarrollo, pujanza y progreso.

Antes de querer ser un criticón más de esos que abundan, lo que pretendo es llamar a la unidad, al liderazgo empresarial y gremial para cambiar la visión convergente que poco o nada ha permitido el desarrollo. Pensar en hacer alianzas para atraer inversión, invertir o reinvertir en el Tolima es la estrategia más acertada para generar empleo y reactivar el desarrollo económico y comercial en el territorio. El terreno es fértil, pero se debe sembrar con unidad y estrategia para que nuestros hijos y nietos puedan cosechar los frutos del desarrollo que tanto anhelamos. 


Alejandro Rozo es abogado internacionalista, además es gerente de la RAP Eje Cafetero por el Tolima.

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