Pasada la pandemia, ahora mismo vivimos las consecuencias del cambio climático y viviremos las de la seguridad alimentaria, como resultado grave de ese cambio climático y por supuesto por la falta de visión, planeación y gestión de esas circunstancias que sabremos afectaran nuestras vidas.

La gestión del riesgo nace en Colombia con la Ley 1523 después de la tragedia de Armero, sucedida en nuestro Departamento, el espíritu de la ley lo que buscó, por supuesto era y es proteger la vida de los ciudadanos de cualquier riesgo que se pueda presentar, sin embargo y es la reflexión para la acción, que quiero dejar aquí plasmada que, debemos de manera urgente invertir el modus operandi de la aplicación de dicha ley, porque de lo contrario vamos a seguir como gobiernos y como Estado desde todos nuestros ámbitos, asistiendo no más, al ciclo de riesgo técnicamente definido como “las actividades que se llevan a cabo inmediatamente de iniciado u ocurrido el evento o incidente y que tienen por objetivo salvar vidas, reducir el impacto en la comunidad afectada y disminuir las pérdidas”.

Insisto en que los procesos de Gestión del Riesgo, deben ser eficientes de tal manera que protejan vidas, minimicen y controlen los daños, importante entonces hacer énfasis en -Planificar la Gestión de Riesgos, -Identificar los riesgos, -Realizar el análisis cualitativo de los riesgos, -Realizar el análisis cuantitativo de los riesgos, para de esa manera, llegar a la etapa final con el mínimo daño en vidas y cosas materiales, cual es el proceso de Planificar y efectuar la respuesta a los riesgos.

Para establecer lo prioritario y urgente se hace necesario modernizar los organismos de socorro, ellos deben además de atender las tragedias, hacer trabajo permanente de prevención, debemos formar gestores del riesgo en escuelas, colegios, empresas públicas y privadas, que sirvan como referentes y agentes de los procesos, más en las etapas previas a los acontecimientos, no podemos ante el riesgo inminente del cambio climático, seguir esperando las tragedias para lamentarnos y con paños de agua tibia tratar de solucionar, lo que podemos evitar o mitigar.

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