El populismo se apoderó de la democracia, a tal punto que una gran mayoría de electores están más que confundidos al no poder escoger una propuesta que muestre un camino claro para Colombia. En medio de este circo que vive el país, pareciera que el escenario electoral está tirado a la suerte. La incertidumbre es inmensa, que Dios nos ampare.
Después de la decisión en las urnas, el nuevo presidente se posesionará el 7 de agosto de los corrientes para asumir verdaderos retos en materia política, económica y social. El primer reto radicará en conformar un equipo de gobierno que conozca las necesidades del país, especialmente en las regiones, pues el próximo Plan Nacional de Desarrollo deberá girar sobre las necesidades de los territorios más aislados. Lo que pasa en el Caribe dista mucho de lo que ocurre en el centro y sur del país, la región Pacífico, por ejemplo, presenta brechas sociales mucho más complejas que las de la Región Central y el Eje Cafetero.
Colombia necesita con suma urgencia una reforma en la estructura del estado, pues el centralismo del establecimiento no podrá seguir apostándole a reformas tributarias que solo llenen las arcas del gobierno central mientras los departamentos se mantienen con impuestos regresivos (principalmente: licores, tabaco e impuesto de vehículos) y unos recortados recursos de regalías y Sistema General de Participación SGP, que muestran el fracaso de este tradicional esquema. Peor aún es la situación de la mayoría de los (1.103) municipios del país, donde más de 950 se encuentran en sexta (6) categoría, pues prácticamente no recaudan impuestos municipales (predial, industria y comercio u otros) como si sucede en las grandes ciudades capitales. La reforma del estado debe ser equitativa, permitiendo que los recaudos nacionales lleguen de manera directa a las entidades territoriales y no a la misma caja registradora ubicada en Bogotá.
Uno de los grandes logros del país en materia económica ha sido la constante en el crecimiento económico, sin embargo, el hecho que el Producto Interno Bruto del país crezca muy por encima a otros países de la región no significa que estemos bien en términos de competitividad internacional. El Reporte de Competitividad Mundial del Instituto Internacional para el Desarrollo Gerencial, IMD, muestra que Colombia descendió un puesto en la última medición. Es inaceptable que el país ocupe la posición 57 entre 63 países en el ranking que mide la competitividad y no exista un plan de acción para mejorar estos indicadores. La eficiencia del gobierno nos pone en el puesto (59), es decir que tenemos una altísima, costosa e ineficiente burocracia que poco aporta al desarrollo, la eficiencia empresarial nos pone de (60) entre 63 y la eficiencia en infraestructura nos lleva al puesto (56). En el mejor de los casos el país se ubica en el puesto (45) en Desempeño Económico.
Generar confianza para garantizar inversión extranjera directa IED, mantener una política económica estable que evite el crecimiento de la inflación y el desempleo son temas primordiales en la agenda económica.
El desarrollo de obras de infraestructura, vías 4 G, ILES, redes ferroviarias y navegabilidad fluvial, hacen parte de una agenda primordial para garantizar competitividad y continuidad a los procesos de internacionalización.
El proceso de transición energética como su nombre lo indica debe ser gradual, si bien es cierto se hace necesario dejar de ser dependientes del petróleo, esto no se puede hacer de la noche a la mañana, pues históricamente Colombia ha sido dependiente de una economía extractiva para garantizar el funcionamiento del estado, los programas sociales y el pago de la deuda externa.
La sostenibilidad y seguridad alimentaria se debe garantizar desde la producción agropecuaria, la importación de materias primas y alimentos procesados. A pesar de que el país cuenta con una frontera agrícola compuesta por 40 millones de hectáreas, solo se utilizan 7,5 millones. La deficiente investigación y aplicación de CTeI, la baja transferencia tecnológica y apropiación de la misma en un campo envejecido, nos hacen vulnerables e insostenibles en materia alimentaria. El país requiere una reforma agraria de base tecnológica para que los jóvenes se queden en el campo.
La educación en todos los niveles (básica primaria – secundaria y superior) sigue siendo un talón de Aquiles, el modelo educativo es más que obsoleto, impertinente y desenfocado de la realidad mundial. La reforma al modelo educativo no da más espera.
En materia de paz y seguridad existe un riesgo latente, las disidencias y grupos al margen de la ley son patrocinados por redes mafiosas de narcotráfico transnacional que ponen en riesgo la paz y la seguridad.
La protección y sostenibilidad del medio ambiente deberá ser una bandera permanente de este nuevo gobierno, pues el cuidado de los páramos, zonas de amortiguación y fuentes hídricas es garantía de vida para los colombianos. Sin agua no hay futuro posible.
Esta nueva etapa en la historia política del país traerá tiempos difíciles, tiempos de cambio y ojalá de reconciliación. Muchos Compatriotas optaran por salir volando como aves migratorias en busca de mejores destinos. Otros estaremos de frente asumiendo el reto de trabajar incansablemente para construir un mejor país.