Es así, que ante el escenario electoral surgen muchos interrogantes, teniendo en cuenta las propuestas de cada uno de los candidatos, su trasegar político y las características mismas de la estructura estatal y partidista en Colombia. Así las cosas, lo que se plantea en las próximas líneas corresponde a una serie de interrogantes a cada uno de los candidatos y posibles presidentes de Colombia en los próximos cuatro años.

En ese orden de ideas, la primera pregunta que surge en torno al candidato del “Equipo por Colombia”, Federico Gutiérrez, también considerado como el aspirante oficialista, “el de Uribe” o “Duque 2.0” corresponde a:

i. ¿Cuál sería el grado de maniobrabilidad que tendría Federico Gutiérrez en el Congreso de la República, siendo presidente? teniendo en cuenta el espacio que logró alcanzar el Pacto Histórico, el pasado 13 de abril, donde alcanzó 20 curules. Número significativo de congresistas que inherentemente harían oposición y que pueden determinar el paso de proyectos de ley propuestos desde el ejecutivo.

ii. ¿En qué medida las propuestas de Federico Gutiérrez, son las mismas del gobierno Duque en campaña?, llevando a plantear un interrogante más: ¿qué tanto se cumplieron? Y ¿por qué surgen nuevamente como propuestas de campaña?

iii. ¿En qué medida dichas propuestas, -sobre todo las del campo-, categorizadas en la frase “La Revolución del campo” hacen parte de la verdadera órbita ideológica del Centro Democrático?

iv. ¿Por qué dicha propuesta de “La Revolución del Campo” que buscaría favorecer a los campesinos del país solo se plantea luego de dos décadas de gobierno Uribista, pese a ser éste un clamor histórico de los colombianos?

En cuanto al ingeniero Rodolfo Hernández, candidato que se presenta como el aspirante distinto a la clase política tradicional, debido a su larga y exitosa trayectoria como empresario cabría la posibilidad de indagar en:

i. ¿Qué garantiza que su éxito como empresario sea el mismo como administrador de recursos públicos teniendo en cuenta las enormes diferencias que existen entre gobernador un país y dirigir una empresa propia?

ii. ¿Por qué Rodolfo Hernández, utiliza la narrativa y trillada bandera anticorrupción pese a estar imputado por este mismo delito?, debido a su antecedente como alcalde de Bucaramanga en el 2016.

iii. ¿Por qué Rodolfo Hernández, como candidato presidencial no ha dado las explicaciones correspondientes al país, acerca del supuesto favorecimiento que tuvo su hijo Luis Carlos Hernández, con la adjudicación del negocio de basuras en la ciudad de Bucaramanga?

iv. ¿En qué medida la reducción extravagante de la corrupción como único problema de Colombia, in-visibiliza el desconocimiento del funcionamiento político de la nación por parte de un posible presidente?

v. ¿En qué medida los antecedentes comportamentales de Hernández, pueden afectar la diplomacia colombiana? Partiendo de la enorme importancia que tiene esta en un mundo globalizado política y comercialmente.

En la misma línea, aparece Gustavo Petro, líder de la oposición Colombiana durante los últimos años, a quien como posible presidente debería tener en cuenta:
i. ¿En qué medida sus propuestas políticas serán realizables en un periodo de cuatro años, teniendo en cuenta la complejidad de estas y la estructura misma del Estado?

ii. ¿En qué medida su pasado como ideólogo del M-19, durante la década del 80, deslegitimaría su discurso político, en una parte de la sociedad colombiana?

iii. ¿En qué medida el Pacto Histórico (P.H), partido que lidera Gustavo Petro, estaría dispuesto a negociar con los partidos políticos tradicionales, teniendo en cuenta la importancia de las mayorías en el congreso, en función de la aprobación de proyectos de ley? De hecho, ¿Cuáles serían los partidos con los cuales el P.H estaría dispuesto a negociar y cuáles no?

Y por último, y no menos importante, Sergio Fajardo, quien nuevamente se presenta en el escenario electoral, pero con un panorama aparentemente menos alentador al proyectado hace cuatro años, que le ha valido para estigmatizarse como tibio o como el candidato que “no toma posición”.
De hecho, tal síntoma atribuido, permite analizar lo siguiente:

i. ¿Tal señalamiento como tibio no estará fundamentado en su actitud displicente con su electorado cuando hace cuatro (2018) prefirió ver ballenas que tomar una postura ante los candidatos que se fueron a una segunda vuelta –Duque y Petro-?

ii. ¿Qué tanto dicha (in) decisión sigue pesando hoy?

iii. ¿En qué medida ante una posible segunda vuelta, Fajardo tome una decisión igual o distinta a la de hace cuatro años?

iv. ¿Sergio Fajardo, asumiría el Pacto Histórico como un aliado estratégico en el congreso de la república, en función de impulsar proyectos claves para el país?

v. ¿Qué tanto el Centro Democrático, partido con el cual se le ha relacionado podría influir políticamente en su mandato?

En ese orden de ideas, son muchas las preguntas que surgen en torno a cada uno de los candidatos, más aún cuando se proyectan como posibles ocupantes de la Casa de Nariño, de ahí la importancia de reflexionar concienzudamente al momento de elegir por quién votar este domingo 29 de mayo.

¡Un derecho, un deber!

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