Aún a pesar de su capacidad de camuflaje única, el gato de Los Andes ha tejido una relación íntima con los pueblos originarios de la región. Los aimaras, por ejemplo, lo conocen como ‘titi’. Por su parte, los quechuas se refieren a la especie como ‘chinchay’. Lo cierto es que se le considera un felino sagrado, que gobierna el Valle de Elqui en Perú.
Conocido por su nombre científico, Leopardus jacobita, el gato de Los Andes se distribuye a lo largo de las cumbres más frías de la cordillera. Específicamente, en Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Su longitud varía entre los 75 y 85 centímetros, con hasta 35 centímetros de altura. Se distingue de otras especies de felinos por su pelaje color plata, con discretas líneas negras y marrones.
En la edad adulta, este felino alcanza a pesar hasta 7 kilos, no más que un gato doméstico. Lo verdaderamente impresionante de la especie es que se le ve muy poco —y no porque queden pocos en libertad, sino porque son increíblemente ágiles para esconderse y cazar. Como maestros del camuflaje que son, coinciden con otras especies de gatos salvajes en el sigilo absoluto que tienen al moverse.
Por ello, el gato de Los Andes ha sido muy difícil de estudiar. De hecho, explica el Ecología Comportamental de Mamíferos en un comunicado, «muy pocos investigadores lo han visto cara a cara». Por ello, en la década de los 2000, un equipo de científicos de la Universidad Nacional del Sur (Argentina) reunió a más de 30 especialistas para documentarlo. Sólo así, decían los investigadores, podría evitarse su extinción.
Antes de que se concretara el proyecto, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), catalogó al gato andino como parte de su lista roja de animales en peligro de extinción. Para evitar que el daño creciera, los investigadores colocaron trampas fotográficas para registrar su dieta y comportamiento silvestre. Así se fundó la Alianza Gato Andino.
Con estas fotografías y videos, descubrieron que su actividad principal es durante la noche, en la estepa patagónica. Aún a pesar de la importancia simbólica, ritual y religiosa que tiene para las culturas originarias, el gato de Los Andes está amenazado. “Sus poblaciones tienen una baja diversidad genética que esto puede ser otro problema de conservación”, indica Mauro Lucherini, investigador además del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
En la actualidad, el grupo de investigadores de Los Andes está luchando para preservar a la especie en reservas naturales. La más importante de ellas, donde se conserva una población gruesa de felinos silvestres, es el Parque Nacional Sajama, que se extiende por Bolivia y Chile. Sólo en estos espacios, explican los investigadores, se podrá analizar con más detalle a la especie, para así garantizar su persistencia en su entorno nativo.