Nos sorprendió hace pocos días la muerte de un buen amigo que muchos en el Tolima y el país conocimos: Alfonso Gómez Lugo, “Alfonsito” le decíamos, un hombre de buenas maneras, diplomático, servicial, componedor por excelencia, tolimense orgulloso, hijo del ilustre tolimense, tal vez el más representativo de nuestra generación Alfonso Gómez Méndez, quien recorrió todos los poderes del Estado con sobradas cualidades y calidades, dejando en lo más alto el nombre de nuestro departamento, a Gómez Méndez lo único que le ha faltado en su hoja de vida es ser presidente, es de los pocos hombres universales y con dotes de estadista que le quedan al país, su originalidad, desparpajada naturaleza, excelsa capacidad intelectual y orgullo de ser tolimense, lo hacen un hombre sobre el cual aún esperamos mucho.
Quise escribir estas líneas para acompañar su dolor, para servir de bálsamo a la herida incurable que produce la pérdida de un hijo; lo que no debe ser, le está pasando a Alfonso, un hecho contranatural, absurdo e inexplicable, llego sin avisar, a todos nos sorprendió, sin embargo, en el sepelio de “Alfonsito” se sintió y se vivió el cariño, respeto y admiración por Alfonso Gómez Méndez, allí llegó el país político y empresarial, personas de la talla de German Vargas, Juan Fernando Cristo, Nohemí Sanín, varios ministros del actual gobierno, magistrados de las cortes, periodistas como Alberto Casas y Roberto Pombo entre muchos, demuestran la importancia de un hombre nacido de las entrañas de nuestra tierra, que logró trascender y hoy el país lo quiere y respeta.
Con Alfonso Gómez Méndez, toda mi solidaridad y compañía en este duro trance, recuperarse tomará tiempo, tal vez nunca lo haga, pero el cariño y respeto demostrado hacia Él en semejante tragedia, servirá de aliciente a su mente y corazón. Un hombre como Alfonso, lo necesitamos lucido y enérgico, en medio de tanta crisis, de tanta necesidad de liderazgos y capacidad.