Solo hasta ahora por los fenómenos sociales de inseguridad en las grandes urbes, empezamos a sufrir de esa violencia que somete, genera pánico, incertidumbre y atenta contra el ejercicio de las libertades.
Nuestros campesinos en medio de las tragedias vividas, nunca pararon, lucharon para sobrevivir, para sembrar sus productos, que en la mayoría de los casos tuvieron que sacar a lomo de mula por senderos y trochas para recibir pírricas sumas que los intermediarios entregan a esas manos honradas llenas de tierra y cayos que representan la laboriosidad de un pueblo que no sucumbe ante las dificultades.
Por eso el gran plan del gobierno en materia de producción de la tierra y en materia de la pavimentación de la red terciaria en Colombia sin duda representa el mayor acto de desagravio, la redención de los campesinos colombianos que todos los días nos dan ejemplo de humildad y de construcción de país.
La red vial con que cuenta el país la conforman más de 208.000 kilómetros de carreteras, de los cuales más de 143.000 kilómetros constituyen la red terciaria. La responsabilidad del mantenimiento de las vías terciarias en un 65% recae sobre los entes territoriales, quienes no cuentan con la maquinaria suficiente, menos con los recursos para atender las necesidades permanentes de derrumbes, revelando una compleja situación acumulada, pues el Banco Mundial recomienda asignar a este rubro por lo menos el 0,4% del PIB anual, de lo cual solo se asigna más o menos un 0.03%, revelando el abandono de la red vial que ha terminado por pasarle una negativa cuenta de cobro al país.
Llego la hora de las reivindicaciones sociales, la hora de la equidad y la presencia del Estado en el campo colombiano, aplausos por el modelo de contratación con las juntas de acción comunal, para que la red vial terciaria colombiana se construya entre todos en “convites” con amor y en paz.