Es preocupante el actual panorama de una ciudad que pareciera perdida en el tiempo y estática en el desarrollo. Una ciudad con una percepción ciudadana negativa y una realidad que nos golpea la retina en cada esquina que devela que no se ha avanzado en la dirección y velocidad correcta.

El drama social de los niños ibaguereños que aguantan hambre, que no tienen acceso a la educación, salud y espacios recreativos crece peligrosamente, a la par de la criminalidad y los graves índices de inseguridad. La descomposición social no se ha atendido con políticas públicas contundentes, pues no hay planes, ni proyecciones para su realización.

El plan de alimentación escolar, además de su poca cobertura no ha mejorado su calidad e increíblemente los niños más pobres de la ciudad consumen alimentos de mala calidad, en estado de descomposición y en raciones inapropiadas para el estándar nutricional que los menores merecen. Pero como contrasentido a lo anteriormente descrito, se pagan millones de pesos en raciones con dudosas inversiones que no se ven por ningún lado.

En resumen, sobre el tema social esta administración municipal no atinó a su desarrollo y el déficit en materia de construcción de tejido social, de mejoramiento de la calidad de vida y de avance en los modelos de desarrollo social y humano, se han quedado estáticos y lo peor, en una curva descendente cercana a un punto de no retorno.

Los retos son mayúsculos. La situación apremiante de los ibaguereños debe atenderse con prontitud, se debe atajar con acciones eficaces la bomba social que en cuenta regresiva advierte sobre los graves efectos que traería en la ciudad su estallido.

El tiempo se le acabó al actual gobierno local, el próximo año es electoral y como desde ahora, sus acciones estarán orientadas a hacer política electoral pensando en los votos y no en el bienestar de la gente, lo que sentencia que ya no fue en este cuatrienio que pasó con más pena que gloria.

La responsabilidad política es el valor preciado de la acción política, es decir, que se debe gobernar con planificación, orden, responsabilidad y sintonía con la gente. La arrogancia y los oídos sordos a las comunidades son el peor binomio que afecta actualmente a los ibaguereños. Necesitamos líderes y lideresas capaces, inteligentes, entregados al servicio social y con una visión clara del presente y futuro, para que de la mano de la gente se construya una nueva historia para una Ibagué que merece retomar el rumbo de desarrollo en todos los aspectos.

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